martes, 8 de junio de 2010

PRIVATIZAR LAS PENSIONES: ¿TRAMPA PARA INCAUTOS?

Comenzaré esta serie con un monográfico sobre un excelente estudio, algo añejo ya, que, como casi todos los análisis serios, pasó casi completamente desapercibido en su día. Se trata del trabajo de los profesores del IESE Pablo Fernández y Vicente J. Bermejo: “Rentabilidad de los Fondos de Pensiones en España 1991-2007”. Todos los datos que manejo aquí están extraídos del mismo, aunque el tratamiento subjetivo que hago de ellos (ya se irá usted dando cuenta dónde) acaso convierta mis conclusiones en opinables (aunque poco, la verdad, la evidencia empírica es abrumadora).

La actualidad del tema es incuestionable. Hay cierto consenso académico en que el sistema público de pensiones en España es insostenible a largo plazo si no se introducen reformas (aunque de ahí a decir que esté en quiebra, como manifiestan algunos agoreros y también los grupos financieros interesados en “asesorarnos” sobre nuestras inversiones, media un abismo que me niego a franquear). Como probablemente recordarán, su alternativa natural, los planes privados de pensiones, se pusieron de moda hace ya cerca de veinte años (sí, como dice la canción, veinte años no es nada, qué mayores nos hacemos), cuando, como ahora, se cuestionó la viabilidad del sistema público.

El propio ministro de Trabajo actual y por tanto responsable coyuntural del sistema público de pensiones, Celestino Corbacho, ya nos anunció ufano hace unos meses que tenía suscrito un plan de pensiones privado y nos recomendó seguir sus pasos (¿se imaginan a Botín recomendándonos contratar un depósito de BBVA?).

No resulta un asunto baladí, ya que los planes de pensiones privados dejan anualmente más de 1000 millones de euros en comisiones a sus gestoras (que invariablemente tienen la fea costumbre de ser propiedad directa o indirecta de algún banco).

Estarán conmigo en que, como cualquier otra forma de inversión, la rentabilidad es, cuanto menos, importante a la hora de juzgar este tipo de productos. ¿Qué ocurre entonces cuando se efectúa la comparación con un benchmark representativo del mercado? Pues que ninguno (sí, ha leído bien, ninguno) de los 170 planes con 17 años de historia bate al índice de la Bolsa de Madrid. Puede que 17 años sean muchos (ya se sabe, los tiempos cambian que es una barbaridad), tal vez los más recientes, bien gestionados gracias a los más modernos métodos de gestión del riesgo y otras herramientas sobrenaturales… Pero es que sólo 3 de los 511 planes con 10 años de historia (o si lo prefiere, algo más del 0,5%), 2 de los 1597 planes con 5 años de historia (un poco más del 0,1%) y 2 de los 2007 planes con 3 años de historia (casi el 0,1%) resultaron más rentables que la bolsa. En otras palabras, por mucho que forcemos la ventana temporal, el inversor habría hecho mucho mejor invirtiendo directamente su dinero en acciones en al menos el 99,5% de las ocasiones (ya me gustaría a mí un grado tan elevado de certeza en otros ámbitos de la vida).

Bueno, pensará usted, pero es que los planes de pensiones se regirán bajo criterios de inversión conservadores, la bolsa no es un buen indicador, no me sea tendencioso (porque usted es así, enseguida se toma confianzas)… Pues bien, sólo 2 de los 170 planes con 17 años de historia, poco más del 1%, fueron más rentables que los bonos del tesoro.

A pesar de todo, es posible que aduzca esperanzado, tenemos las desgravaciones fiscales, que no me ha computado, tramposillo (faltón, que es usted un faltón). En fin, no me queda otra que responderle que una gestión tan nefasta hace que dichas desgravaciones se evaporen a largo plazo; pero de todas formas, reflexione un poco: las desgravaciones fiscales no dejan de ser una suerte de “externalización de costes” para el sistema privado, es el Estado quien las concede (por cierto, en detrimento de otras cosas que se podrían hacer con ese dinero, como, por ejemplo, reforzar el sistema público).

¿Hay que abolir las pensiones privadas entonces? No iría yo tan lejos (si es que soy de lo más moderado, quizás demasiado). Lo que sí parece plenamente justificado es, por lo menos, reducir drásticamente las comisiones que se permite cobrar a los clientes, así como controlar la publicidad engañosa de los planes. Tampoco estaría de más dejar de minar el sistema público desde dentro y replantearse las desgravaciones fiscales de los planes privados. Hasta la fecha, el sistema privado de pensiones constituye un excelente plan de provisión… Para la banca, claro.